sábado, 9 de agosto de 2008

EL USO Y ABUSO DEL PODER: UN VICIO QUE POCOS ESCAPAN

Hemos entrado a un nuevo siglo y el siglo XX ha quedado atrás, con la guerra fría, sus dos guerras mundiales, la guerra de Vietnam y del Golfo, y otras más que unos pocos semidioses del mundo en ese entonces hicieron que mueran unos muchos en una carnicería que pareció interminable para los soldados y ciudadanos de todos los bandos, pero para ellos fue todo un trámite. Pero este comienzo de siglo ha empezado mal, pese a que prometió ser el siglo de la paz y de la esperanza, solo seguirá siendo en los corazones de la gente que aun cree, un poquito pero cree, que el mundo mejorará.

“El mundo fue y será una porquería, ya lo ven” dice un tango argentino y es que, de los que se embriagan de poder muy pocos pueden salir de ese vicio, que los hace que quieran más y más poder, nunca conformes y siempre listos a arrebatar de la democracia, lo que es del pueblo. Se confunde unión con unanimidad, desgraciadamente. Pocos gobernantes no se enfermaron de poder, tan, pero tan pocos que son posible contar con los dedos de una mano y me sobran dedos, gente como Nikita Jruschov o Lázaro Cárdenas solo vendrán una vez en la vida. Desgraciadamente abundan los déspotas, corruptos y hasta criminales que han subido a la dirección de un país o de una región.

La dictadura que más se calló y que nadie supo, la dictadura del Rey Fahd, en Arabia Saudí, o es lo que nos hicieron pensar la gente de los G8 y la ONU, solo para tener un petróleo más barato y, pese a todo, no les interesaba cuantos manifestantes sean asesinados o torturados, mientras los EEUU tenían el petróleo y el American way of life (estilo de vida norteamericano) bastante barato. Al igual que el régimen carnicero de Abacha en Nigeria, todo el primer mundo calló, y es que todas o casi todas las petroleras de los países arrolladores estaban contaminando, quiero decir, explotando los recursos energéticos, mientras se asesinaba el alma del pueblo Ogoni a orillas del Níger, donde el escritor, también de la etnia ogoni, Ken Saro Wiwa, denunció, que lo que hacían las petroleras Shell y Chevron llega al nivel de genocidio; meses después fue ahorcado en una plaza por entrometerse en los intereses de las multinacionales. Días después, EEUU, confesó, accidentalmente pero nadie le dio importancia, que vendían armas al gobierno del General Abacha para su perpetuación en el poder, pero claro, los medios masivos de (des)información no podían tomar esas palabras como una confesión, sino como una desubicada confusión de un funcionario del gobierno del planeta.

Estados Unidos desde hace mucho se cree policía, pero yo me fijo en la historia y nadie, pero absolutamente ningún funcionario de ningún país, ya sea aliado o no a esta superpotencia privada haya dicho que EEUU tiene el privilegio de ser el único que tenga que velar por la democracia en el mundo, el único que deba ver como funcionan las fuerzas de seguridad y de antidrogas, siendo éste el que más la consume; velando por la paz, siendo éste el que más armas vende, ¿no es paradójico? Este país, aliado de los jeques déspotas y de los dictadores que ellos mismos hicieron y deshicieron en los países del sur del río Bravo y sur del Sahara, se le están acabando los enemigos que otrora vez fue la Unión Soviética. Al desaparecer la URSS y todas las potencias socialistas del este, desaparecieron los enemigos del “american way of life”: los comunistas. Entonces cambiaron, se pasaron a los árabes fundamentalistas, a las guerrillas desgastadas, Irak, Irán, Corea del Norte, Libia y hasta Venezuela; pero después de que estos enemigos ya no sean tan malos, por la fuerza o por voluntad de ellos, ¿que dirán después?, ¿confesarán así que sus verdaderos enemigos son ellos mismos?, ¿volverán al viejo esquema del terror, como siempre lo han hecho con sus compatriotas, como en el 11-S? Sea lo que fuese, ya se les ocurrirá algo.
No todos los países han tenido paz. Si el imperio continúa con su paso arrollador, no lo tendrán nunca. Yugoslavia, como su nombre lo dice es la “Tierra de Eslavos”; pueblos que sufrieron incesantes invasiones, como la toma de Sarajevo por parte de los nazis, con la cooperación de unos croatas; menos de medio siglo después, los serbios destruyen todo lo que fue trabajado por tantos años, ayudados por los norteamericanos con Philip Goldberg a la cabeza, y de algunos croatas. Durante casi medio siglo, vivieron como hermanos, bajo el ala protectora del mariscal Tito, pero el también él se enamoró demasiado del poder, porque solo él fue presidente hasta que murió. Bueno, él murió, subió Milosevic y ahí llegó Norteamérica, puso a Karadzic, que amasó tanto poder, que quedó embriagado de éste, al igual que Milosevic, ambos, serbios, sea dicho de paso, se creyeron dueños del país y no tuvieron otra opción los demás eslavos que separarse para no sucumbir al genocidio que auspició Norteamérica.

En el bloque socialista también existieron algunos que les gustó demasiado el poder, como lo fue Stalin y Brézhnev, en la URSS; Nicolae Ceasescu, que se hacía llamar “el Danubio Azul” en Rumania; Enver Hoxha, en Albania; Robert Mugabe en Zimbabwe; y Kim Il-Jung en Corea del Norte; todos ellos murieron con el poder arropado en sus camas, y bien acomodado para que no se escape. Pero fueron más y mucho peores los que han habido a este lado del mundo, a este lado del sistema, que, aunque no duraron mucho, tuvieron el poder, pero poder genocida, como todas las dictaduras latinoamericanas, principalmente las de Stroessner en Paraguay o la de Pinochet en Chile; el sha de Irán, o los dictadores criminales de Corea del Sur, Myanmar, Filipinas y de Taiwán; o los Talibán de Afganistán, que arrebataron un gobierno que ese
pueblo exigió.

Desgraciadamente son muchos y de muchas formas que las palabras se quedan corta. Hasta se puede decir que el idioma se queda corto a la hora de describir las atrocidades de los que sienten, aunque sea un poquito EL PODER.
Y como dijo Emiliano Zapata: “Prefiero morir parado, que vivir a gatas”

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